Conseguir Ecosistema 19+1

Hay imágenes y les pides que hablen.

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Ecosistema 19+1 (Ed. 1)

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Ecosistema 19+1 (Ed. 2)

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Víctimas de palabras, somos: consiguen que digamos lo que quieren. Somos su risa, somos para ellas. Pero el placer de verlas cuando saltan sobre su presa, la zarandean, la gozan, la desgarran: se la comen. La palabra ecosistema es ávida. Ha conseguido convencernos de que un ecosistema es un sistema armónico, un conjunto cuyos miembros se coordinan con buenas intenciones y buenos resultados. Producto, claro, de que no hay palabra más santurrona que la palabra ecología. Y, en cambio, un ecosistema suele ser un espacio tremendo: colmado de amenazas, inquinas, peleas a muertes, el desdén. Colmado de la lucha por la vida. Sobrepasado por la vida, como todos.

Hogar ataca. Pocas palabras designan algo tan cambiante: hogar no es un lugar, un tipo de lugar, el área tal, el escondrijo cual. Hogar es todos esos, tantos más, si es donde vive el que lo dice.

Hogar tiene tapices en el suelo o ramas en el suelo o nada en el suelo porque no tiene suelo; hogar puede ser plásticos colgados de un madero y sigue siendo hogar. Hogar es el lugar donde mujeres se sacan los pañuelos. Hogar es el lugar donde alguien cree que el tiempo no se escapa. Hogar puede ser una ruina, un recuerdo. Hogar no se reemplaza; se llora, se supone, se superpone a ese nuevo lugar que, poco a poco, se convierte en hogar. Hogar tiene paredes o no tiene paredes, tiene futuro o no tiene futuro; hogar no existe fuera de quien lo dice, hogar es lo que existe alrededor.

Hogar, a veces, es un abuso de lenguaje, porque el mundo es un abuso de poder.

Hablar de límites es hablar de lo desconocido. Más allá de los límites, lo desconocido. Más acá: el miedo a lo desconocido. Hablamos de límites cuando no sabemos lo que hay más allá. Hablamos de límites cuando no sabemos. El miedo a lo que no sabemos; el terror, peor, a lo que sí.

Hablamos de límites cuando sabemos – cuando no conseguimos no saber – lo que no hay más allá: lo que no habrá. Tres chicos con una pierna cada uno, sus muletas, la imagen de los límites: nunca habrá, en sus vidas, una caminata. Nunca las manos libres y de pie, nunca la libertad de dar un salto. Límites: una vida que ya sabe lo que no, y recién empieza.

Límites: una chiquita armada, un pueblo desarmado, el mar, la enfermedad sin límites. Límites: el hilo y el hilo de la aguja y el ojo de la aguja, el laberinto sin más hilos. Límites: cualquier lugar que no es hogar, el miedo – como siempre, el miedo.

Recuerdo vagamente la memoria. Memoria del hogar, melancolía. Memoria de los límites, sospecha. Triste cuando el único hogar es la memoria; más triste cuando la memoria se hace límite, el miedo que detiene.

Y después la obligación de la memoria: ellos murieron para que tú los recordaras. Olvidarlos es volver a matarlos, recuérdalos, recuérdalos. No hay nada más opuesto a la memoria que el deber de memoria. Si se recuerda no se debe; si se debe no se recuerda.

Memoria la explosión, la derrota, una victoria, esa victoria que se volvió derrota. Memoria lo que creí que no sabía y una imagen me mostró, una vez más, que estaba equivocado. Memoria es lo que no sabemos que sabemos, lo que sabemos sin saber, lo que siempre sabremos. Memoria, porque no se elige. Memoria es una imagen que no está y la vemos.